martes, 20 de octubre de 2009

Si, quiero



Y decidí dejarlas. Decidí dejarlas por los mismos motivos por los cuales cada día decidimos levantarnos de la cama. Decidí dejarlas porque no me reconocía. No se muy bien todavía en que me había convertido pero no era yo. Okey, si lo era, pero no era esa persona que quería ser, para nada, ni de lejos me acercaba. Siquiera era una sombra de mi. Tenía miedo. No sabía por donde empezar y había llegado un punto en que realmente la necesitaba. Simplemente para existir, sólo ella me motivaba. Ella movía mi vida, y para nada era una vida agradable. Estaba vacía, mis horas era ella, siempre ella. Desde que me levantaba, los días que conseguía salir de la cama, hasta que me acostaba. Yo giraba entorno a ella. Y me sentía tan infeliz. El dolor, la impotencia... mi alma se desgarraba a cada momento, con cada ralla. Quería pensar pero ni para eso servía. Me había convertido en una autómata, en una esclava de mi misma. Cada noche al acostarme soñaba en que ese había sido el último de día de mi dependencia, pero por las mañanas mi sueño es desvanecía para acercarme de nuevo a mi realidad. No tenía voluntad. Mi voluntad estaba sometida a su consumo, día si y otro día también. Una parte de mi gritaba auxilio, pero mi voz era apagada rápidamente por mi ansia y mi inestabilidad. Cada consumo hacía mi fosa más profunda. Me di entonces cuenta de algo, vi claramente que no me quería. Es más me castigaba. Cada día era un castigo. Quería aniquilarme, silenciarme, escapar de la vida. Era una cobarde. Durante un largo periodo de mi vida había actuado como una perdedora que creía que la vida se había portado mal conmigo, que la vida era injusta. ¿Cómo podía yo juzgar la vida si en realidad estaba muerta? Si nunca la había valorado, si nunca había sido capaz de disfrutarla... No, no tenía derecho a decir que la vida era una mierda, yo no sabía lo que era la vida. Yo solamente me había arrastrado por un desierto árido en busca de un oasis que nunca llegaba. Mi vida era inerte. Entonces algo despertó dentro de mi, todavía quedaba algo de esa niña que un día fui. Y dándome cuenta de mis opciones, decidí arriesgarme, decidí vivir.

foto niña de Isaac Barragan